Luego de tantos acontecimientos naturales que han estado sucediendo en el mundo, y más recientemente en mi país, la moraleja es que ante la naturaleza, la vida y las circunstancias todos somos vulnerables, sí hay cosas que el dinero no puede comprar, ni asegurar.
Esta mañana reflexionaba sobre eso y recordé la canción de Arjona, se sufre en ambos lados de las clases sociales, vi con tristeza como la fuerza del agua fue capaz de destruir todo a su paso, ante la dureza de una roca, una pequeña casa y una inmensa tuvieron la misma suerte, volverse polvo y desaparecer bajo el agua, en realidad, cuando de la naturaleza se trata lo material no tiene valor, entonces, nos cuesta entender que el ser humano es lo único que realmente importa.
Somos tan frágiles y diminutos ante un desastre natural, una pandemia o una enfermedad, que mientras no aprendamos la lección estaremos condenados a repetirla, y, por más que nos creamos poderosos ante el mundo la realidad es que somos vulnerables y temporales.
Ni los vehículos, ni las casas más lujosas pueden escapar a la furia de la naturaleza, los humanos necesitamos reflexionar, he quedado tan impactada con todo lo que ha sucedido en los últimos días producto de inundaciones, deslaves y nula gestión de riesgos que todo sumado al cambio climático se traduce en que estamos acabando con el planeta y ya nos están pasando la factura; lo que ha sucedido me hizo recordar la ley de entropía y el camino a la autodestrucción y en eso, vamos bien.
Al final lo único que dejamos en la vida de otros son recuerdos procuremos que sean bonitos, huellas de nuestras acciones, sonrisas, miradas, solo instantes, así de efímeros somos.
Cómo dice un buen amigo, seamos felices, geniales y preciosos, esa será única herencia invaluable que dejemos.
Seamos buenas personas