Mis pasiones: Amar, escribir y hornear. Mi Blog es mi mundo, mi espacio de reflexión, Mi diario personal, me dejo fluir a través de las palabras, aprendo de la cotidianidad, amo escribir y que ustedes lo lean.

sábado, 2 de abril de 2022

El arte de pedir disculpas

 Una de las tareas más difíciles de la vida es aprender a reconocer que nos equivocamos, desde pequeños nos enseñan a defendernos, a argumentar, nos preparan para la competencia, para enfrentarnos, y así el arte de  aceptar las equivocaciones va quedando supeditado a una especie de  raza superpoderosa con rasgos de personalidad mejorados a través de la inteligencia emocional, aún y cuando disculparse debería ser algo tan natural como respirar.

Nos cuesta reconocer que en ocasiones nuestras actitudes no son las más adecuadas, defendemos con ahínco nuestra posición obviando que con lo que hacemos generamos algún tipo de efecto dañino en los demás que aunque es innegable que eso dependerá de cada persona, también es parte de nuestra responsabilidad.

Disculparse es la acción de decir "lo lamento" con plena conciencia de nuestros actos y su efecto en el entorno y en los demás, por supuesto, con el compromiso de no repetir los mismos errores que nos llevaron a pedir la disculpa.

Reaccionar a los que nos hacen también es un comportamiento intrínseco, la forma como lo hacemos es lo que nos diferencia del resto y funciona como mecanismo de defensa para evitar males mayores, lo más recomendable siempre es conectarse desde los sentimientos para poder disculparse con total sinceridad y para aceptar las disculpas de otro en caso de ser el "agraviado".

Para mi, una de las cosas más nobles es reconocer un error y asumir la responsabilidad por los actos, cuando lo hacemos nos quitamos un peso de encima y le demostramos al otro que nos importa y que estamos dispuestos a mejorar un comportamiento o evitar una situación que genera desazón.

Muchas veces la arrogancia lleva a las personas a creer que tienen la razón en "todo" y por ende a menospreciar las opiniones y esfuerzos de los demás, esa actitud no les permite ver que son humanos, frágiles y también susceptibles de cometer equivocaciones, ese comportamiento altivo y crítico no les permite tampoco aceptar que generan efectos negativos en los demás. El arrogante no reconoce sus errores porqué desde lo más profundo de su ser no lo ve como un error.

La arrogancia va ligada a la inseguridad mal canalizada, por eso cuando nos encontremos con personas crueles que actúan con dureza, critican,  ofenden, se exaltan, especialistas en generar caos, esas que se dan cuenta lo que hacen otros pero no de lo que provocan ellos, lo más apropiado es mantener el control y equilibrio emocional para no caer en provocaciones. Debemos estar claros que las personas así no van a cambiar porque nosotros lo deseemos, esa es su naturaleza, ese es el modo que conocen, podríamos intentar hacerlos entrar en razón y no lograrlo, así que lo recomendable es saber que su actitud solo los afecta a ellos y a nosotros en la medida que lo permitamos.

En lo personal con la experiencia he aprendido a soltar lo que no puedo cambiar, es complejo poder manejar ciertas situaciones cuando el arrogante e inconciente resulta ser un familiar directo cómo mamá, papá, pareja o hijo, de los cuales no se puede rescindir tan facilmente, lo más importante es no dejarse arrastar en el caos y trabajar en la paz interna para poder controlar las emociones que sus actitudes provocan, comprendiendo que si llega un punto en el que esa actitud nos rebasa y el otro se vuelve incapaz de disculparse, reconociendo sus errores y cambiando lo mejor es entonces reconocer nuestro derecho a elegir como vivir, pedirnos disculpas por haber aceptado una situación así y permitirnos tomar distancia porque todos nos merecemos vivir en paz.

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