No estamos preparados para escuchar y aceptar las verdades de otros, nos formaron para creer que nuestra verdad es la que vale, si alguien dice lo que piensa y eso no nos agrada lo asumimos como un ataque, no aceptamos que existen personas más exitosas en gestión de emociones y etiquetamos lo que hacen con calificativos y críticas nada constructivas.
Así vamos por la vida reclamando, atancando y defendiéndonos y se nos va el tiempo en una lucha de poder, eso no es la vida, los círculos viciosos nos vienen a mostrar todo eso que nos empeñamos en defender y sí la otra persona que comparte el círculo también se defiende, entonces todo se convierte en una competencia por demostrar quien tiene la razón.
Sí ambos o alguno de los dos se engancha en mantener el conflicto e imponer su punto de vista el círculo se va cerrando y nos impide salir y alcanzar la tranquilidad para vivir en equilibrio.
Cuando eso sucede prevalece el ego y desde allí nada puede perdurar, para poder vencerlo debemos actuar con madurez y tener la capacidad para discernir y reconocer cuando estamos actuando de la forma equivocada.
Las relaciones no son una lucha donde cada quien tensa la cuerda del lado contrario, con rigidez solo logramos romperla y luego no hay nudo que la pueda volver a unir, debemos estar dispuestos a ceder y si después de varios intentos no logramos un acuerdo, entonces será tiempo de partir que es equivalente a salirse del circulo y seguir un camino diferente, es algo que depende enteramente de nosotros.