Debemos entender que la vida se trata de ciclos, ciclos que se abren y que si no nos hacen bien necesariamente debemos cerrarlos.
Ya les he escrito sobre eso, la verdad es duro reaccionar y encontrarte sin piso, mirar atrás y ver planes, sueños y proyectos detenidos en el tiempo, con parálisis total porque no llegaron a nacer y menos a concretarse, ahí lo que toca es mirarte al espejo y entender que otra vez debes volver a empezar.
Qué es doloroso sí, pero duele más anclarse a algo que no te permite crecer, fluir y vivir con tranquilidad para luego verte en retrospectiva envejecida pensando en eso que pudiste haber hecho y no hiciste por miedo a lo que dijeran los demás, por miedo a volver a empezar, por miedo a la soledad, o a cualquier sentimiento limitante que no te permite avanzar.
Siempre pienso en el dicho: "si algo o algún lugar no te gusta muévete no eres un árbol", y eso es una gran verdad, no somos árboles y solo debemos echar raíces en esos lugares que nos hacen feliz, que nos dan tranquilidad, que nos brindan soporte emocional, que nos validan y nos hacen sentir en casa.
Cuándo no sea así debes moverte hasta que encuentres el lugar que más se adapte a ti, que te calce, en que sientas calidez y comodidad.
En esta etapa de mi vida me toca volver a cerrar otro ciclo, uno que pensé sería definitivo, en el que pensé iba a permanecer siempre, y resulta que no fue así; la vida y las circunstancias me enseñaron que ya no cabía ahí, y que lo mejor era salirme y cerrar esa etapa, para sanarme y poder estar bien para volver a empezar.