Bien dice el dicho que cada quien es feliz con la mentira que más le gusta.
Lo cierto es que para engañarnos solo basta con una mentira que nosotros mismos decidimos inventarnos y acostumbrarnos a vivir con ella por y para ella.
Muchas veces, los vacíos emocionales y la terquedad nos llevan a anclarnos en lugares en dónde no cabemos y lo peor es que lo sabemos pero insistimos, hasta que lo estrecho empieza a hacernos daño.
Y no es el otro, somos nosotros mismos, los que decidimos quedarnos ahí, esperando algo que por supuesto nunca va a llegar.
Lo cierto del caso es que uno siempre sabe y siente cuando algo no funciona, y por miedo e inseguridad insiste y se mete en la mente eso de que el amor todo lo soporta. y no se trata de que esto sea mentira, no contradigo a Corintios, por el contrario, si eso nos pasa es que no es amor, es apego.
Si no te hace feliz No es amor, si no te da tranquilidad No es amor, si no sientes paz y sosiego No es amor, si lloras más de lo que ríes No es amor.
Lo que pasa es que cualquier vínculo que construimos por tóxico que sea lo relacionamos con el amor, y el amor no tiene la culpa, somos nosotros los que generamos nuestro propio caos y nos quedamos a vivir en el.
Titulé a esta reflexión los engaños de la mente, porque no son definitivamente los engaños del corazón, la intuición no falla, lo que sientes no miente, tu obligas a tu mente a pensar que lo que sientes no es así, que eso puede cambiar en cualquier momento, y te quedas allí esperando algo que nunca llega.
Así se te va la energía, la juventud, las oportunidades, la lozanía, la esperanza de un cambio que no va a llegar, porque es algo que no depende de ti.
No permitas caer en el juego de tu mente, no te conformes con vivir de una mentira, no construyas tu mundo sobre bases hechas con ilusiones.
Cuando tu intución te diga vete hazle caso, no esperes que sea tarde, no pierdas tiempo, no culpes a otros de aquello que solo buscaste y aceptaste tú.