Cuando una persona es considerada
para llevar las riendas de una Empresa Pública,
e inclusive de
un proceso
o subproceso conexo a
esta, debe tener claros algunos preceptos que lo llevarán al éxito
o al fracaso de su gestión. El
primer aspecto a considerar es la temporalidad de los cargos, los
cuales por temas políticos son circunstanciales y van íntimamente
ligados al
nombramiento de una
autoridad de mayor jerarquía
dentro del ámbito de la función pública, ya
que en el caso
de la
Empresa privada el proceso de selección y promoción a
un
cargo superior se
constituye en un análisis riguroso del
perfil del
candidato, lo cual lamentablemente no sucede en la Administración
pública, al menos no
para los cargos de primera y
segunda línea que no se
rigen por Ley Orgánica del Estatuto de la Función Pública en el
caso de Venezuela.
Entonces, al entender con claridad desde el principio que estos
cargos de función pública son temporales y que algunos pueden
llegar a ser muy breves, el nuevo servidor debe centrarse en llegar,
conocer y orientar sus energías hacia RESOLVER; dado que es
previsible que las instituciones públicas tengan situaciones
complejas que solventar, las cuales sumadas al déficit
presupuestario, a problemas de flujo de caja y a la ausencia de
planes y proyectos coherentes,
dificultará
aún más la capacidad de gestión de este Gerente; sin
embargo, ante este escenario se debe diseñar una estrategia que
permita conocer con que personas y con que recursos cuenta, y con
esta información estructurar un plan de acciones inmediatas; una vez
realizado esto, es momento de ponerse a trabajar; teniendo claro que
resulta contraproducente que inicie su gestión restando
posibilidades de expansión de conocimientos y de éxito aislándose
por falta de confianza en el equipo; por el contrario, actuar con
responsabilidad, sabiduría y coherencia es vital, y la única manera
de conocer el proceso sobre la marcha es trabajar con las
herramientas que se tengan a la mano, sin excluir, inclusive sumando
a aquellas personas en las que no confía porque no conoce.
Hasta aquí ya está claro que Gerenciar en una institución pública
se traduce en una alta
responsabilidad y un
gran reto, no
solo porque las situaciones por resolver complejas y
estructurales, como consecuencia de que el Estado exige el máximo
cumplimiento de las tareas sin ofrecer todas las garantías, sino
también porque se requiere contar con habilidades especiales para
lidiar con vicios enquistados históricamente como la falta de
probidad, el desorden administrativo, la desidia, entre otros, por lo
que, para salir airoso necesariamente debe contar con una fuerte
estructura moral y con un nivel de competencias acorde a la
responsabilidad asumida, entendiendo como competencias al grado de
preparación académica que combinado con habilidades propias de la
persona y la experiencia determinan la aptitud para asumir cargos de
responsabilidad, siendo determinante la claridad mental para que las
decisiones que tome le permitan hacer una gestión efectiva sin
generar más caos del existente, teniendo presente que en medio del
desorden el proceso sigue su curso, independientemente de que las
cosas estén bien o mal hechas, el ciclo administrativo se cumple,
aunque al final se deba volver a empezar porque no se hicieron los
correctivos a tiempo.
Lo anterior, ocurre porque dentro de la administración Pública no
se ha dado el salto cuántico del funcionario al servidor, no se ha
logrado formar profesionales con alto nivel de preparación y
conciencia, agentes de cambio capaces de transformar los procesos, la
visión y la forma de hacer las cosas con eficiencia, eficacia,
efectividad, gallardía y seguridad, trascendiendo así al
funcionalismo del siglo XX.
Para lograr esa anhelada transformación es necesario comprender que un servidor público que asume una responsabilidad gerencial no puede ni debe pretender paralizar los procesos para luego detenerse a pensar como hacer las cosas, lo primero que debe analizar es si tiene tiempo para eso, de lo contrario pasará a la historia como uno más de esa triste célebre lista de los que no pudieron “resolver nada o fueron arrastrados por la corriente”, de allí que lo más importante es hacerse consciente de las limitaciones reales, ya que de esos puntos críticos se desprenderán las oportunidades generadoras de cambio, por lo tanto, lo apremiante es enfocarse en los procesos que deben mejorar y no en desmantelar lo que funciona bien o de manera aceptable, comprendiendo que la visión de un Gerente necesariamente debe ser integral, por lo que lo deseable es que logre un balance armónico entre el carácter estratégico, operativo y táctico de su nueva responsabilidad.
Para lograr esa anhelada transformación es necesario comprender que un servidor público que asume una responsabilidad gerencial no puede ni debe pretender paralizar los procesos para luego detenerse a pensar como hacer las cosas, lo primero que debe analizar es si tiene tiempo para eso, de lo contrario pasará a la historia como uno más de esa triste célebre lista de los que no pudieron “resolver nada o fueron arrastrados por la corriente”, de allí que lo más importante es hacerse consciente de las limitaciones reales, ya que de esos puntos críticos se desprenderán las oportunidades generadoras de cambio, por lo tanto, lo apremiante es enfocarse en los procesos que deben mejorar y no en desmantelar lo que funciona bien o de manera aceptable, comprendiendo que la visión de un Gerente necesariamente debe ser integral, por lo que lo deseable es que logre un balance armónico entre el carácter estratégico, operativo y táctico de su nueva responsabilidad.
Lo anterior, es fundamental tenerlo claro, ya que al jugar las piezas
con un tiempo breve e impreciso no se puede dar el lujo de vivir en
un continuo volver a empezar, desechando los escasos recursos que
tiene a disposición; quien elige este camino definitivamente no está
seguro de sus capacidades, ni
de sus potencialidades; este tipo de actitud está ligada al
ego, ya que es común pensar que darle continuidad a lo que el
Gerente anterior hizo resta protagonismo, evidentemente, esto es un
error, en virtud de que en una empresa del Estado lo realmente
importante es pasearse por los procesos y centrarse en resolver lo
que no funciona de manera eficiente,
y en el caso de que nada funciona sería necesario profundizar en un
proceso de reingeniería, pero en un cargo público esto podría ser
una utopía; dado que el tiempo es corto y lo que se requiere
ejecutar acciones inmediatas.
Lo recomendable es aplicar planes estratégicos que arrojen
resultados en el corto y mediano plazo, revisar los procedimientos,
el porcentaje de cumplimiento de las tareas, fijando los objetivos en
función de la realidad circunstancial, con el único fin de
“mejorar” y “poder hacer”, siendo consciente que
desburocratizar un proceso no es sinónimo de anarquizarlo y/o
desestructurarlo; esto a propósito de los que asumen
responsabilidades restándole importancia al alto grado de
compromiso, nivel de preparación académica y experiencia que debe
tener para garantizarse el éxito, y se enfilan en aventuras que
solo contribuyen con la desinstitucionalización de las instituciones
producto de las prácticas improvisadas.
Finalmente es vital el respeto a la institucionalidad, a las normas,
a los procedimientos, para poder ejecutar acciones eficientes y
efectivas, pero por sobre todas las cosas es imprescindible, saber y
aceptar cuando se está preparado para asumir un reto, y cuando
debemos esperar para prepararnos mejor, en un proceso de gestión
pública en el que se le da preeminencia a las simpatías, y estas
privan sobre el nivel de competencias que todo buen gerente debe
tener.
Naiby Johana
Junio 2017